Los pantanosos jardines entre las aceras y las cunetas en el barrio de South Lake Union parecen un intento de los paisajistas para traer verde frente al gris de las áreas urbanas. Se puede caminar por allí, y casi ni darse cuenta de lo que realmente es.
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Una antigua técnica para solucionar los problemas de contaminación del agua en Seattle
Published by Autora: Miriam Carretero
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Aviso: este post es resultado de la traducción de un artículo de la autora Samantha Larson en Crosscut. Nuestro objetivo es compartirlo con la comunidad de habla hispana y posteriormente emitir una opinión relacionada con nuestra actividad empresarial. El artículo original está en Crosscut.
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Los pantanosos jardines entre las aceras y las cunetas en el barrio de South Lake Union parecen un intento de los paisajistas para traer verde frente al gris de las áreas urbanas. Se puede caminar por allí, y casi ni darse cuenta de lo que realmente es.
Este proyecto es la mayor muestra del esfuerzo de Seattle por reducir uno de los peores problemas entre la ciudad y sus alrededores: el agua de escorrentía que acaba en el estrecho de Puget (Puget Sound), desechos con lodos de químicos tóxicos, lo suficiente como para aniquilar el salmón de la región y otra vida acuática.
Cuando esté acabado, el Swale on Yale, como es llamado este proyecto, podrá limpiar una parte del agua más sucia de la ciudad, la escorrentía de un área de casi 2 kilómetros al norte de Capitol Hill. Con una capacidad para más de 680.000 metros cúbicos al año, acercará a la ciudad un poco más a su objetivo de gestionar anualmente casi 2.650.000 metros cúbicos de agua de vertido.
¿Y como se logra semejante proeza? Plantas y barro. “El barro y las plantas llevan a cabo una fantástica labor tratando y filtrando los contaminantes”, afirma Jessie Israel, Directora de Conservación del Estrecho de Puget en The Nature Conservancy (TNC). “Es como la más novedosa tecnología antigua”.
En un bosque, las precipitaciones se infiltran en el suelo y se distribuyen por la tierra. Pero cuando la lluvia precipita sobre el pavimento en la ciudad, el agua no puede penetrar la superficie. Por el contrario, fluye por encima de las calles y aceras, arrastrando contaminantes como el aceite de motor, el polvo de neumático y colillas, que acaban en ríos, lagos y océanos.
Mientras que la Clean Water Act (legislación de aguas de Estados Unidos) empezó a controlar los puntos origen de vertido en fábricas y alcantarillado ya en 1972, el agua de lluvia no fue reconocida como un problema hasta los años 90’. Ahora que hemos aprendido cómo gestionar los orígenes de los vertidos después de muchas décadas, “el agua de lluvia es el principal origen de la contaminación en el Estrecho de Puget”, explica Jessie Israel. Y se cree que el agua de lluvia tiene un impacto significativo sobre la calidad del agua y sobre la vida acuática salvaje. En un estudio en 2011, los investigadores analizaron el hábitat del salmón y encontraron que entre el 60% y el 100% de los peces de un arroyo urbano había muerto por “una causa contaminante tóxica no identificada”. En un estudio de 2015, Jenifer McIntyre, científica de la Washington State University, confirmó que esos contaminantes podrían haber llegado allí con el agua de lluvia y comprobó que después de colocar salmones plateados en tanques llenos de agua de lluvia recogida de la escorrentía en Seattle, éstos morían después de unas horas. En cambio, después de colocar el salmón en tanques con agua previamente tratada con un sistema de filtración hecho de compost y arena, similar a los usados en el “Swale on Yale”, obtuvieron resultados completamente distintos: el 100% de los peces sobrevivió.
Pero Seattle no es la única ciudad que está utilizando jardines con mantillo para gestionar el agua de lluvia. Philadelphia puso en marcha su programa de infraestructuras verdes Green City Clean Waters para limpiar su escorrentía en 2010. Washington recientemente ha desarrollado un programa que promueve proyectos como rain gardens, cubiertas ajardinadas y pavimentos permeables. Otro ejemplo es el Tacoma’s Point Defiance Stormwater Project, que cubre casi 300 hectáreas de suelo residencial.
Mientras los esfuerzos en infraestructuras verdes parecen prometedores, McIntyre advierte de que seguimos sin saber si serán suficientes para resolver el problema con el agua de lluvia a largo plazo. Además, seguimos sin saber qué hay exactamente en el cóctel del agua de escorrentía, una mezcla de algo obvio como el aceite de motor y la grasa, no causó el mismo nivel de daño sobre los peces como en el caso del agua real. “Hasta que no estemos seguros de qué contaminantes hay en esa agua, no podremos saber qué ocurrirá a largo plazo”, afirma MacIntyre. “Si hay algo como metal, que no se descompone, se puede esperar que el sistema de filtración natural falle”.
Mientras tanto, el “Swale on Yale”, cuya finalización está prevista para 2018, parece un paso en la dirección correcta.
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¿Y si lo hiciesen las ciudades españolas?
Sería extremadamente agradable pasear junto a pequeños jardines en vez de hacerlo casi pegados a los coches. También sería mucho más agradable tomar un café en una terraza, algo tan propio de nuestra cultura, sin tener tan cerca la polución de los coches. Serviría también de barrera entre la calzada y la acera, algo que nos proporcionaría una relativa mayor seguridad con niños y mascotas. El paisaje que veríamos desde las ventanas de nuestros edificios sería mucho más atractivo. Las aceras encharcadas no serían una prueba de «humor amarillo» («waip out» la versión para los más jóvenes) en los días de lluvia. La ciudad sería, por tanto, un mejor lugar donde vivir.
Lo sé, habrá que esperar para ver cosas como esta en España. Pero sería una genial noticia que el paisajismo tuviese mayor protagonismo en el diseño de las ciudades y en edificación, pues los profesionales del sector podrían ofrecer soluciones completas de gestión ambiental en el ámbito urbano. Sin ninguna duda, abarcar la edificación urbana como un proyecto multidisciplinar que incluya valoraciones ambientales avanzadas y soluciones para reducir el impacto del urbanismo en el entorno, nos permitirían reducir la contaminación en ámbitos como la gestión del agua.
La buena noticia es que algunos de nuestros proyectos de cubierta ajardinada ya han sido llevados a cabo con el objetivo de gestionar el agua de escorrentía, reduciendo su velocidad de flujo y su nivel contaminante. Por otra parte, nuestras fitodepuradoras Fitofilter ya están en marcha en diversos puntos de España, aprovechando la «antigua» tecnología de depuración con plantas para depurar aguas residuales de pequeños municipios, empresas o viviendas.
Ambos sistemas, el de cubierta ajardinada y el de fitodepuración, forman parte de las llamadas infraestructuras verdes, que no son más que soluciones naturales que, en este caso, reducen el impacto de la lluvia en edificios y sistemas de desagüe y reducen el nivel de contaminación del agua que finalmente acaba en el mar, lagos o ríos.
A nuestro ritmo, en España ya somos muchas las empresas y profesionales que trabajamos en soluciones que hagan las ciudades más habitables. Para nosotros hay varios aspectos fundamentales para ello.
- El incremento de superficie verde para ocio.
- El incremento de arbolado, y su mantenimiento correcto, para sombreo y reducción de la temperatura, y por tanto, no solo hacer más transitables las calles sino reducir el consumo energético.
- La permeabilización de pavimentos y otras superficies. Las lluvias son cada vez más torrenciales y no solo las calles se encharcan más, con las molestias que eso conlleva, sino que los sistemas de desagüe colapsan y provocan daños importantes.
- Reducir la contaminación, en el agua y en el aire. Las infraestructuras verdes trabajan en ambos sentidos. Las plantas filtran el aire y usadas en el agua la depuran.
En el grupo Projar nos informamos permanentemente de lo que hacen en regiones más punteras, intentando trasladar a nuestro país y nuestra realidad la última tecnología ambiental.
Esperamos que nuestros lectores aprovechen el conocimiento que compartimos para aplicarlo en proyectos cada vez más innovadores y sostenibles.
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